Javier Del Valle Monagas Maita
Una
revolución no se hace basada en los vicios
del pasado, ni con equipos humanos cuyas conductas reflejen su formación
adquirida en ese pasado y, que además se resisten a cambiarlo. Una revolución implica
revolver, demoler el pasado. Con gente
capaz de resistir las tentaciones y los egoísmos de los privilegios que se
sostienen por tan largo tiempo y que están contaminados del pasado. Pero que
tienen capacidad de resistir sus debilidades.
Si por estrategia el camino de la revolución debe ser acompasado y
lento por algún tiempo. Eso no implica que tenga que ser rehén del chantaje del
enemigo y que para no provocarlo tenemos que ser estáticos, inermes e
inactivos. Todo lo contrario. Una revolución ha de dar respuestas contundentes
al ataque enemigo. Eso hará, que a cada acción contrarrevolucionaria siga una
reacción revolucionaria.
La impunidad no es un ser
pensante. Es más bien una acción pensada. De ella se valen los que hacen del
caos, la injusticia y el dominio de clases una empresa malvadamente lucrativa
con la cual obtienen poder y fuerza para continuar con su reinado de maldad y
hambre. La impunidad debe considerarse
un crimen de lesa humanidad, pues donde se instaura, el dolor, la miseria y la
muerte dejan una estela de cadáveres humanos sin castigo, incluso, en su
mayoría de niños inocentes, que jamás tuvieron oportunidad alguna de enterarse
de su destino y su fin.
Desde 1999, noto que las
ansias de justicia en Venezuela son retenidas por la presión y complicidad de poderes
externos de naciones muy poderosas que amenazan cada vez que sus lacayos son
atrapados en sus crímenes y para rescatarlos, imponen la impunidad en sus
diversas presentaciones, pero con
consecuencias para el pueblo como: pesar, luto y dolor. Por esa razón
las ciudades y barrios latinos de Estados Unidos alojan indolentes criminales
que se fugaron, huyendo de La justicia venezolana. Y los que no pudieron
hacerlo, tienen unos cómplices internos, que ejercen una inmoral presión para
lograr su perdón y que son auspiciados, impulsados y acompañados por medios de
comunicación engañadores, mentirosos y tarifados. Es cierto que pese a esas
presiones se ha avanzado algo respecto a castigo judicial, pero no lo
suficiente. Aun se amparan muchos asesinos materiales, más aun, intelectuales,
en recovecos leguleyos o en inacciones ejecutivas, legislativas y
judiciales que permiten que el criminal
evada la pena de su delito, mientras el agredido o sus dolientes, se rumian su
pena y dolor ante la impunidad que se ve y se siente como una mole gigantesca,
pesada y poderosa.
Derribar la mole de la
impunidad no es algo tan complicado. En realidad lo que se debe hacer es aplicar la norma, tal como
reza su espíritu. Lo difícil es encontrar las conciencias y voluntades capaces
de cumplir esa sagrada función y deber. Gente capaz de concentrarse en el
ejercicio del deber, ocupándose de ser eficaz, honesto y restándole importancia
al santo dinero que le alimente el ego y el falso status. Así como ignorar las
matrices de opinión interesadas en que toda acción de justicia se paralice. El enemigo
sabe muy bien, que a cada acto de impunidad por sus delitos, la desesperanza y desilusión del pueblo por
un proceso de cambios aumenta. Saben que eso favorece a sus malvados intereses.
Por esa razón se infiltran traidores dentro de las filas de ese proceso, para
desde adentro, hacer el trabajo de desgaste que conlleve a la parálisis de los
necesarios y obligatorios cambios.
Es el momento de que el gobierno, que fue empoderado por las mayorías del
pueblo venezolano asuma una posición más estricta con respecto al trato al
enemigo, sin importar su naturaleza, procedencia y posición.
Ya no basta con la denuncia, se impone la sanción ejemplarizante, hay
que hablarle claro al pueblo, decirle que estamos en una guerra, en la cual
todos, absolutamente todos tenemos un papel que jugar y que el sacrificio de
algunas comodidades y lujos son necesarios para preservar los tesoros mas
importantes de una nación: libertad, patria, soberanía, respeto y auto determinación. Los pocos privilegios que perdamos ahora,
serán recuperados con creces y sin ser rehenes de nada ni nadie. Pero repito.
Esta no es una tarea de pocos o de elites. Es asunto colectivo. Si hacemos un
balance de nuestras fortalezas y debilidades, descubriremos que nuestras
fortalezas desde todo punto de vista, son potencialmente mayores que las
debilidades. Que solo necesitamos la iniciativa y una dirección revolucionaria
que entienda cual es su papel y para que, en tiempos de lucha, la faena es más
llevadera en colectivo y la cosecha, es aun más liviana. Vamos pues a “desalamabrar” como decía el
gran Víctor Jara.
Castigo ejemplar para el
agresor, no importan los pataleos del sub imperio sionista yanqui y sus
amenazas estúpidas. Mientras más duro les demos a sus agentes internos, más se
debilitaran sus amos externos. Así debe funcionar una revolución.
(*)Abogado Con Patria
http://planetaenpeligro.blogspot.com/2014/04/tengo-un-nuevo-arado-lo-probare-en-el.html
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Gracias mi amigo Javier Monagas, usted ha puesto las cosas en su justa dimensión.
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