Aram Aharonian
A la luz del anuncio de la
realización de elecciones presidenciales en Venezuela antes de abril próximo y
con una oposición debilitada y desunida, el periplo de Rex Tillerson aparece
como un nuevo capítulo de la opción intervencionista de la administración
Trump, y apunta a dar continuidad a la estrategia de fortalecer la acción
concertada del bloque de gobiernos de derecha con el objeto de bloquear toda
posibilidad de integración regional no dependiente.
La reciente gira demuestra que
el segundo año de la administración Trump será de grandes peligros para
Latinomérica y el Caribe, porque la Casa Blanca tiene dos objetivos que rayan
en la obsesión: uno, descarrillar las relaciones económicas, políticas, de
seguridad y defensa que China y Rusia están forjando en el continente; y la
destrucción de la Revolución Bolivariana, con el propósito (no confeso) de
apropiarse de las riquezas petroleras venezolanas.
En la Universidad de Texas el 1
de febrero definió a China y Rusia como “potenciales actores predadores que
están apareciendo en el hemisferio”, “poderes lejanos que no representan los
valores fundamentales de la región” y concluyó que “Latinoamérica no necesita
nuevos poderes imperiales que sólo buscan el beneficio propio”. No es casual
que la gira de Tillerson se produzca casi inmediatamente después del II Foro
ministerial China-CELAC en Santiago de Chile con la presencia del canciller
Wang Yi.
EEUU siente la necesidad de
mostrar presencia en la región, frente a la propuesta de China a la CELAC de incorporar
a la región al gigantesco proyecto de infraestructura conocido como la Nueva
Ruta de la Seda. Poco antes y con muy escaso éxito, el vicepresidente Mike
Pence pasó en agosto pasado por Colombia, Argentina, Chile y Panamá, recogiendo
sólo rechazos ante la mención de una intervención armada. Washington
enfrenta asimismo la inminente concreción del Tratado Transpacífico entre 11
países naciones de América Latina y Asia, a ser firmado en Chile en marzo
próximo sin la -participación de EEUU.
El otro gran eje del discurso de
su gira fue la Revolución Bolivariana y la “restauración de la democracia”
–¿será la que llevaron a Irak, Afganistán o Libia?- en Venezuela, misión para
la cual cosechó apoyos en Argentina, Colombia y Perú, cuyos presidentes están dispuestos
a embarcarse en la aventura con opciones que van desde las sanciones a la
comercialización del petróleo venezolano o la creación de un supuesto
“corredor humanitario” para enviar “ayuda” a Venezuela desde Colombia, hasta el
aumento de la presión e injerencia diplomática del llamado Grupo de Lima.
Ya con Tillerson de regreso, el
senador republicano Marco Rubio – quien tiene un papel clave en las políticas
hacia Caracas y La Habana- se manifestó en favor de un golpe de las fuerzas
armadas venezolanas para derrocar al gobierno: “El mundo apoyaría a las fuerzas
armadas en Venezuela si decidieran proteger al pueblo y restaurar la democracia
removiendo al dictador (…). Los soldados comen de la basura y sus
familias pasan hambre en Venezuela, mientras Maduro y sus amigos viven como
reyes y bloquean la ayuda humanitaria”, dijo en dos tuits.
¿Coincidentemente? la Corte
Penal Internacional (CPI), con sede en La Haya, anunció el jueves pasado un
examen preliminar por presuntos crímenes atribuidos a cuerpos de seguridad
estatales en el contexto de las protestas antigubernamentales entre abril y
julio de 2017 dejando unos 120 muertos que, según el gobierno, son atribuibles
a las acciones terroristas.
En cada una de sus visitas
Tillerson habló de la Cumbre de las Américas de la OEA proyectada para a abril
en Perú, donde EEUU espera lograr una “condena” contra Venezuela que incluya
sanciones a nivel regional y recibió la inesperada noticia de que Nicolás
Maduro asistirá a esa cita.
Todo expresa la perspectiva
política, histórica e ideológica desde la cual Washington seplantea las
relaciones interamericanas y el curso de sus inminentes acciones en la región.
“El tiranosaurio Rex tiene apetito de petróleo y sufre la resaca de la vieja
hegemonía en decadencia, está desbocado y carece de escrúpulos, lo que lo
convierte en una amenaza todavía mayor. Sus bramidos que invocan la
guerra han encontrado eco entre un puñado de presidentes y élites
políticas latinoamericanas dispuestas a acelerar la intervención y radicalizar los
métodos de lucha, con la opción militar como prioridad”, señala el catedrático
tico Andrés Mora.
La estadía en Jamaica, un
cercano cófrade de EEUU en el Caribe, perseguía el objetivo de atraer a los
pequeños países que hasta ahora han resistido con firmeza y decisión amenazas
de todo tipo provenientes de Wshington para que cesen su apoyo a Venezuela. Si
en lo político, Jamaica era el país menos importante en la gira de Tillerson,
en términos diplomáticos, fue el propósito más preciado del viaje del Secretario
de Estado. Pero Colombia fue la parada más transcendental a fin de ultimar
detalles para la agresión.
En Jamaica dijo que Estados
Unidos, México y Canadá estudian cómo mitigar el impacto en el Caribe y las
refinerías si Washington impone sanciones a la industria petrolera venezolana y
agregó que cualquier acción contra el petróleo venezolano afectaría a los
países caribeños, muchos de los cuales han disfrutado durante mucho tiempo de
combustible subsidiado de la nación sudamericana. Las refinerías de la costa
estadunidense del Golfo de México también se verían afectadas, destacó.
La nueva estrategia de EEUU
sería estrechar lazos comerciales y militares con los países de Petrocaribe
ante el peligro de contagio mimético de los ideales chavistas al depender en
exclusiva de esta alianza para su abastecimiento energético. Recientemete, el
gobierno estadounidense celebró una Cumbre de Seguridad Energética en el Caribe
en la que instó a los países de la subregión a diversificar sus fuentes de
energía, confiar más en las inversiones privadas y reducir así su dependencia
de Petrocaribe.
¿Monroe vive?
No se sabe bien si fue Juan
Manuel Santos o el mismo Tillerson, quien ordenó desde Colombia a la oposición
venezolana que no firmara el acuerdo al que había llegado con el gobierno en
Santo Domingo, ante el estupor del presidente dominicano Danilo Medina y al ex
presidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Cuando Santos, Mauricio Macri,
PP Kuszynski y otros adláteres vociferan que no reconocerán los resultados de
las elecciones venezolanas, le están diciendo a la oposición que aunque ellos
ganaran, no serán reconocidos, porque el único camino que aceptarán es el de la
guerra.
Venezuela está alerta. Colombia
y Brasil están movilizando tropas a su cordón fronterizo que los une con este
país. Santos creó un grupo especial de seguridad que operará en Cúcuta, y
aprobó la movilización de casi 3 mil efectivos militares y de otros cuerpos de
seguridad para reforzar la Operación Esparta.
Mientras Tillerson andaba por el
sur, desde Washington, la ministra argentina de Seguridad, Patricia Bullrich
anunció la instalación en la norteña provincia de Misiones de una base militar
estadounidense, con la excusa de combatir el narcotráfico, negociada con el
presidente Mauricio Macri.
Muchos memoriosos analistas
hablan del renacer de la funesta Doctrina Monroe -América para los (norte)
americanos- que tuvo como consecuencia las múltiples y continuas intervenciones
militares de EEUU en México, Centroamérica y el Caribe a partir de la segunda
mitad del siglo XIX y a través de toda Suramérica durante el siglo XX. Otros se
preguntan qué puede ofrecer hoy Estados Unidos a su patio trasero, en momentos
que China y Rusia entraron a jugar con fuerza en la región.
La Organización de Estados
Americanos (OEA), en crisis de credibilidad, ha mostrado su impotencia para
diseñar una salida a la crisis política venezolana, junto su indiferencia
frente a la crisis política brasileña y hondureña. Lo cierto es que Washington,
con éxito, se ha esforzado en bombardear todos los mecanismos de integración
ltiomericano-caribeña.
Ahogó las posibilidades de que
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), sin EEUU,
pudiera responder a las urgencias de la región, con el apoyo del Grupo de Lima,
mientras la Unión de Naciones del Suramérica (Unasur), sin dirección desde hace
un año, perdura inoperante, por la acción decidid de los nuevos gobiernos
neoliberales y la desaparición de líderes como Chávez, Lula, Kirchner e
incluso Correa.
El canciller petrolero
El canciller Rex Wayne
Tillerson, lleva más de 40 años en la petrolera ExxonMobil, y fue su presidente
hasta el año pasado, cuando pasó a integrar el gabinete de
empresarios-ministros de Donald Trump. Y, tan apegado a sus negocios que
debieran facilitarse desde el poder, obviamente tiene al petróleo venezolano
entre ceja y ceja, tras sus fracasos de los últimos 18 años.
ExxonMobil es la principal
empresa a la cual el gobierno de la República Coopertiva de Guyana ha permitido
la exploración ilegal, por violar el Acuerdo de Ginebra de 1966, de gas y
petróleo en las aguas oceánicas adyacente o contiguas al territorio Esequibo,
legítima e históricamente reclamado por Venezuela. Más grave aún, la referida
compañía estadounidense ha pretendido realizar dichas exploraciones en nuestra
indiscutida fachada atlántica, en la desembocadura de nuestro Río Orinoco.
¿Coincidentemente? en el momento
en que Tillerson realiza su gira injerencista, el Secretario General de
Naciones Unidas Antonio Guterres, anuncia públicamente que enviará el diferendo
entre Guyana y Venezuela a la Corte Internacional de Justicia, en La Haya,
desestimando los mecanismos de negociación previstos en el Acuerdo de Ginebra
de 1966, único instrumento legal que reconoce Venezuela para dirimir la
controversia.
Lo cierto es que la industria
petrolera necesita reemplazar 34.000 millones de barriles de crudo al año pero en
el 2015 tan sólo se alcanzaron los 8.000 millones, por el drástico descenso de
las inversiones en exploración y producción mundial (un 28% en el 2017 y se
estima una nueva caída del 20% este año), por lo que EEUU intentará provocar un
golpe de mano contra Maduro para apropiarse de las reservas petrolíferas
venezolanas.
Las derrotas de Exxon y Tillerson
La primera derrota legal con el
gobierno de Hugo Chávez fue en ocasión de la nacionalización de la Faja
Petrolífera del Orinoco, el primero de mayo de 2007. Un año después, la Exxon
Mobil intentó una acción judicial de confiscación de activos de la estatal
petrolera Pdvsa en el exterior por 12 mil millones de dólares ante tribunales
ingleses (llamada “Mareva Injuction”) y también fue derrotada.
Más tarde llevó a
Venezuela a juicios de arbitraje -acordados durante la Apertura Petrolera en l
llamada Cuarta República (antes del 1999), primero ante la Cámara de Comercio
Internacional, con una demanda mil millonaria. Y también fue derrotada. Y, en
seguida, volvió demandar ante el CIADI (Centro de Arbitraje Internacional) en
Washington, por 1.400 millones de dólares, para sumar otra derrota legal.
Venezuela apeló este fallo
porque la sentencia tenía un problema de fondo y la última sentencia a favor de
Venezuela, fue el año pasado…hecho que fue tímidamente difundido en Caracas.
Cuando delegados de países productores de petróleo se reunieron en la ONU para
analizar este triunfo, el exministro de Petróleo venezolano (hoy detenido)
pidió al embajador en Naciones Unidas que “no hiciera o declarara nada” porque
“se estaban tratando de llegar a acuerdos con ellos”.
Lo explica (o denuncia) Rafael
Ramírez, ministro de Petróleo y presidente de Pdvsa cuando Hugo Chávez, y
entonces embajador en la ONU, hoy separado del cargo, quien afirma que dos
ministros del gobierno, pidieron reunirse con la ExxonMobil en Nueva York “para
negociar el regreso de la trasnacional al país, e incluso para que explotaran
en conjunto con Pdvsa el campo que la Exxon se apropió en nuestras aguas territoriales
en disputa con Guyana”, lo que trataba de demostrar una especie de “iniciativa
pragmática” de algunos personeros del gobierno.
EEUU, el petróleo y el ahogo a la región
EEUU es el país del mundo que
más hidrocarburos consume a diario, unos 20 millones de barriles, el
doble que China, entre su parque industrial, la enorme cantidad de
vehículos particulares y colectivos que movilizan y el gigantesco aparato
militar de que dispone.
La producción de petróleo de
forma convencional en EEUU alcanzó su máximo nivel en 1970 y después comenzó a
declinar, teniendo que importar en el 2005 casi el doble del total de crudo
producido en dicho país hasta la aparición de la revolucionaria y controvertida
técnica del fracking, que consiste en la extracción de gas natural no
convencional mediante la fracturación de la roca madre (pizarras y esquistos)
para la extracción de gas de esquisto (shale gas) y de petróleo ligero (shale
oil.
Según datos oficiales, EEUU se
habría convertido ya en el principal exportador mundial de combustibles
refinados (gasolina y diésel), pudiendo convertirse en el horizonte del 2018 en
exportador neto de GNL, con una producción de crudo equivalente a 10 millones
de barriles diarios provenientes de los campos tradicionales y de las nuevas explotaciones
de petróleo en roca porosa (Cuenca Pérmica de Texas).
Pero seguirá siendo importador
de crudos hasta 2035, con un consumo de entre 16 y 20 millones de barriles
diarios, pero en el 2020 el petróleo importado representará tan sólo el 26% de
su mercado interno. En la actualidad, el 45% de las importaciones de crudo de
EEUU proceden de Oriente Medio y Norte de África pero la nueva geoestrategia
energética pasaría por tener a Canadá como principal proveedor (con la
construcción del oleoducto Keystone XL), lo que tendrá efectos colaterales como
la progresiva disminución de importaciones de crudo procedentes de la OPEP,
México, Colombia y Brasil.
Asimismo, hay una drástica
reducción de sus compras a Venezuela con el objetivo de lograr la asfixia
económica del gobierno bolivariano y fagocitar sus reservas de petróleo (hoy
son sólo de 800.000 bpd diarios frente a los 1,7 millones de bpd vendidos
en1998), lo que obligará a México y Venezuela a redireccionar sus exportaciones
hacia China e India, con fletes prohibitivos.
Por otra parte, Petrocaribe fue
creado en 2005 por iniciativa de Venezuela con el objetivo de suministrar
combustibles a los países de la cuenca del Caribe en condiciones ventajosas de
pago, como créditos blandos y bajas tasas de interés para 18 países. Venezuela
exporta 100.000 barriles diarios a los países del bloque que generaban una
factura de 4.000 millones de dólares, de la cual una parte se paga en efectivo.
En cada país que visitó
Tillerson habló de petróleo. En Argentina quiso echarle mano a los ricos
yacimientos de litio del norte del país y los de hidrocarburos de Vaca Muerta,
pero se encontró con otro CEO- ministro como Juan Aranguren, directivo de la
Shell.
Jeffrey Sachs, académico de la
Universidad de Columbia que participó en las actividades preparatorias de la
reunión del G20 – que Argentina organizará en noviembre-, dejó un par de
mensajes que dejó atónitos a los funcionarios de la cancillería argentina:
criticó la política de Vaca Muerta (producción de petróleo y gas por fracking,
debido a su impacto ambiental) y también la decisión de Macri de reducir los
impuestos de las grandes empresas, lo que hace aumentar la desigualdad, que es
insustentable, dijo.
Quizá una nueva edición, para
nada edulcorada de la doctrina Monroe, sirva para el despertar de un frente
común de la región. Tillerson ha hecho su esfuerzo para que ello ocurra. No se
auguran sino tiempos difíciles para Venezuela y toda América Latina y el
Caribe, porque esta ofensiva imperial, que hace parte de la restauración
neoliberal conservadora, encuentra a las izquierdas y a las fuerzas
progresistas latinoamericanas y caribeñas viviendo su peor momento en los
últimos 15 años.
¡VENCEREMOS!
*Abogado con Patria
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