Diego J Olivera
Luego de décadas de propuestas de los
estados nacionales, surgen los monopolios y las trasnacionales como centro de
poder, relacionados con EEUU y la Unión Europea, estos mecanismo de dominación
han creado no solo una crisis capitalista, sino que han ampliado el carácter
guerrerista de la expansión, creando un concepto de un poder imperial,
claramente esta realidad se refleja en América Latina, con la obsecuencia de
los líderes de derecha y la sumisión a EEUU, manejados por el presidentes de
EEUU, Donald Trump, para crear gobiernos títeres capaces de destruir las
naciones Estado, tratando de borrar los avances en varias etapas del
progresismo.
Pero en esta nueva década del fascismo, surgen los estados capitalistas,
en una maquina de explotación y una crisis social, política en las ex naciones
Argentina, Chile, Brasil, Perú, Colombia, Panamá, Ecuador, donde los
trabajadores, obreros y jubilados, sufren los efectos del capitalismo.
Las compañías multinacionales han pasado a controlar la mayoría de los
sectores estratégicos de la economía mundial: la energía, las finanzas, las
telecomunicaciones, la salud, la agricultura, las infraestructuras, el agua,
los medios de comunicación, las industrias del armamento y de la alimentación.
Y la crisis capitalista que hoy vivimos no ha hecho sino reforzar el papel
económico y la capacidad de influencia política de las grandes corporaciones,
que tan pronto hacen negocio con los recursos naturales, los servicios públicos
y la especulación inmobiliaria, como con los mercados de futuros de energía y
alimentos, las patentes sobre la vida o el acaparamiento de tierras.
Las enormes ganancias acumuladas por las empresas transnacionales tienen
su origen en los mecanismos de extracción y apropiación de la riqueza económica
que están en la base del funcionamiento del capitalismo. La creciente
explotación de trabajadores y trabajadoras y la constante devaluación salarial,
la presión ilimitada sobre el entorno en busca de materias primas y recursos
naturales, la especulación financiera tanto con el excedente obtenido como con
todo aquello que pueda ser comprado y vendido, la mercantilización de cada vez
más esferas de las actividades humanas y la absoluta prioridad de la que gozan
los mecanismos de reproducción del capital frente a los procesos que permiten
el sostenimiento de la vida han servido, efectivamente, para que los
principales directivos y accionistas de las grandes corporaciones se conviertan
en multimillonarios.
Pero, del mismo modo que Amancio Ortega es el tercer hombre más rico del
mundo a la vez que Inditex produce sus prendas en fábricas textiles con pésimas
condiciones laborales en Bangladesh y en talleres que utilizan trabajo esclavo
en Brasil y Argentina, estos extraordinarios beneficios empresariales no serían
posibles sin la generación de toda una serie de impactos socioambientales que
afectan directamente a las poblaciones y los ecosistemas de todo el planeta.
Dice David Harvey que, en el nuevo
imperialismo, “para mantener abiertas oportunidades rentables es tan importante
el acceso a inputs más baratos como el acceso a nuevos mercados”. Por eso, en
los últimos años, ante la caída de los niveles de consumo, el progresivo
agotamiento de los combustibles fósiles y la rebaja de las tasas de ganancia
del capital transnacional en los países centrales, las grandes corporaciones
han puesto en marcha una fuerte estrategia de reducción de costes y, a la vez,
han intensificado su ofensiva para lograr el acceso a nuevos negocios y nichos
de mercado.
Es lo que el geógrafo británico ha denominado acumulación por
desposesión: “Muchos recursos que antes eran de propiedad comunal, como el
agua, están siendo privatizados y sometidos a la lógica de la acumulación
capitalista; desaparecen formas de producción y consumo alternativas; se
privatizan industrias nacionalizadas; las granjas familiares se ven desplazadas
por las grandes empresas agrícolas; y la esclavitud no ha desaparecido” En este
agresivo contexto, como no podía ser de otra manera, los conflictos socio
ecológicos y las violaciones de los derechos humanos se han multiplicado por
todo el globo, con el consiguiente crecimiento de las luchas sociales frente a todos
estos impactos empresariales.
Caracterizando los impactos socio ecológicos de las multinacionales
Las escuelas de negocios y los think tanks vinculados a las compañías
multinacionales, por su parte, han elaborado estudios y análisis para vincular
la presencia internacional de las empresas transnacionales con el logro de los
objetivos de desarrollo y bienestar que se prometieron para justificar su
llegada a los países periféricos. Ante el aumento de la pobreza y las
desigualdades a nivel mundial y el creciente rechazo social que han ido
generando, las grandes corporaciones pretenden construir un relato con el que
no pueda cuestionarse su centralidad en la economía global: “Estoy convencido
de que las empresas más que parte del problema son parte de la solución. En
términos generales, las empresas, más que los gobiernos y la sociedad civil,
están mejor preparadas para ser catalizadoras de innovación y transformación
hacia un mundo sostenible”, afirma el presidente del BBVA.
Así, con objeto de aumentar su legitimación social y posicionarse como
un actor imprescindible para “salir de la crisis”, presentan teorías revestidas
de objetividad y neutralidad que pretenden demostrar los impactos positivos de
sus actividades en aspectos como la transferencia de tecnología, la mejora de
la provisión de bienes públicos y privados, el incremento del empleo, el acceso
de las mujeres al mercado de trabajo y el fomento de la inversión como motor de
desarrollo.
Primero, que las empresas transnacionales no han contribuido a una
mejora de la cantidad y la calidad del empleo, ni tampoco de la prestación de
los servicios que ofrecen, prácticamente no han realizado inversiones en
mantenimiento, apenas han favorecido los procesos de transferencia tecnológica
y, al fin y al cabo, no han traído de la mano el progreso y el bienestar para
las poblaciones de la región, que era lo que se prometía con su llegada después
de las privatizaciones y las reformas neoliberales de los años ochenta y
noventa.
Segundo, que junto con las consideraciones económicas hay toda una lista
de graves efectos sociales, políticos, ambientales y culturales que van
asociados a la internacionalización de los negocios de estas empresas.
Y, en tercer lugar, que quienes han salido ganando con ello no han sido
precisamente las clases trabajadoras y las mayorías sociales, sino los dueños
de esas compañías, los beneficiarios de las rentas del capital y los políticos
y empresarios que se han hecho de oro atravesando las puertas giratorias que
conectan el sector público y el mundo empresarial.
Este análisis no lleva a englobar no solo la crisis capitalista, que ha
mostrado su peor versión sobre el planeta Tierra, el desconocimiento del clima
por EEUU, atreves de Donald Trump, muestra la mayor ignorancia de los efectos
del Niño, que, con lluvias y cambios continuos del clima, actualmente afectan a
los países del Cono Sur de América, generando una crisis económica en Uruguay,
Brasil, Argentina, en el turismo, parte fundamental de las economías de estas
naciones. Los mismos huracanes y ciclones son parte de manipulaciones, del
clima por EEUU en sus experimentos, como intentar crear extraer el petróleo,
con bombeos de agua en altas presión, destruyendo el manto de las capas del
terreno, dañando una vez más el clima.
Ante esta realidad la sociedad humana sufre la agresión en las
trasnacionales, de la misma las guerras coloniales, fenómenos creados por las
naciones imperiales, siguen creando guerras en Afganistán, Iraq, Siria, la
destrucción de Libia, las agresiones de EEUU a Rusia y China, por el control de
los mercados, es también parte de una crisis moral y ética de Trump y su combo
de funcionarios terroristas.
Esta realidad se ve afectada en la mayoría de los Continentes, la
destrucción del eco sistema del Amazonas, atreves de la inmoralidad del
presidente del Brasil Bolsonaro, en una
nueva campaña de asesinatos de indígenas del Amazonas, para destruir el pulmón
de América Latina, para vender las tierras a los empresarios, de la misma
manera sacar a los Sin tierra, la misma expresión del fascista Bolsonaro, que
manifestó que los pueblos originarios son sucios y no hablan portugués, son
objeto de abuso y muerte, para ampliar una mayor crisis ecológica, similar a la
de Paraguay en la destrucción de los sojeros, de las tierras creando un tierra
muerta, por los agro tóxicos de Monsanto, creando una soja transgénica con
efecto perniciosos para los seres humanos, una realidad de multimillonarios
explotando y destruyendo el planeta Tierra.
Periodista, Historiador y Analista
Internacional
diegojolivera@gmail.com
barómetro
internacional, armamento, carácter guerrerista, expansión, fascismo,
Monopolios, progresismo, trasnacionales
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*Abogado con Patria
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