El momento de Colombia es ahora
Javier Del Valle Monagas Maita*
Colombia la herida, la que le dolió el parto de patria al libertador, esa tierra y su gente que pese a las traiciones se resiste a ser la oveja descarriada del sueño de patria grande que juntos anhelamos los hijos legítimos de la Abyayala. Esa Colombia, no es la que representa Santander, no es una oligarquía ambiciosa, sin sentido de patria ni de ética moral, que traiciona y entrega a sus connacionales por unos miserables monedas sin valor para sostener un orden podrido y que desestima la libertad, la independencia, la solidaridad con los otros pueblos y la auto determinación como indicativos de respeto de una nación por si misma, mejor dicho de un pueblo por si mismo.
En realidad el pueblo colombiano nunca ha escaseado de consciencia de clase, lo que sucede es que contra si, se han confabulado una serie de factores externos e internos que han logrado mantener al pueblo en la defensiva y con el uso de terrorismo de estado, el terrorismo de las elites dominantes, han conformado un tejido tipo red, que arropa todo lo que tiene que ver con la vida de la nación y absorbe lo mas mínimo del ser humano dentro de su estructura. Es por eso que en Colombia el asesinato selectivo juega un papel preponderante en la vida asocial que pretende aparecer como estructura social valedera.
No existe ninguna nación del continente, incluyendo a los Estados Unidos (que es decir bastante), donde los medios de comunicación juegan una función tan decisiva en la funcionalidad del orden legal racista y discriminatorio como en la Colombia de, de Álvaro Uribe o Juan Manuel Santos; o Eliecer Gaitán, dos polos opuestos en el sin sentido de la vida capitalista y oligárquica. La Colombia de los dolores de parto de Bolívar, fue convertida desde aquella malaya época del congreso anfictiónico de Panamá en un laboratorio de traición y desprecio por parte de una elite contra su pueblo. Ese ejemplo es copiado al pie de la letra, por todas las oligarquías de la región, y muy especialmente por la godarria Venezolana, que sirvió en bandeja de plata el sacrificio final de Don Simón. Pero en nuestra Colombia popular están pasando cosas. Se está perdiendo el miedo a la muerte, a la represión, a la tortura y a los cementerios clandestinos inspirados por los asesores judíos sionistas que vinieron a imponer su terrorismo de estado para reinar por el miedo y el terror. Mi Colombia adorada, ya no habla de odio y venganza como herramienta de política. Pese a la represión y los desaparecidos, allí se habla de derechos humanos, de resistencia pacifica, de lucha de clases identificada con toda sus especificidades y elementos que hacen difícil la manipulación y el engaño por los medios tradicionales de dominación y de sometimiento. Ya se habla de revolución pacifica y socialista, del derecho del pueblo humilde a trabajar y explotar la tierra para beneficio del colectivo y no del un patrón avaro. Ahora en Colombia la minería anti natura, la contaminación de las aguas y los suelos es considerado un delito de lesa humanidad y se protesta y se lucha con mecanismos legales para impedir el crimen ecológico que beneficia a las transnacionales imperialistas que trafican con la muerte y la química anti natura. No es asunto de miedo, es que se está desarmando el discurso aberrante del capitalista sanguinario, que se escuda detrás de las manifestaciones justas de los pueblos, pero explotando la rabia legitima, que mediante el uso de esquiroles, se sale de los cauces, para justificar el crimen y represión contra un derecho legitimo.
Tuvo su razón de ser en su momento la guerrilla como instrumento legitimo de un pueblo para defender el derecho a la vida que se puso en juego por parte de una oligarquía que no escatimó en usar los métodos más terroríficos para doblegarlo pero los tiempos, han cambiado, los sacrificios de los mártires caídos del pasado han dado su fruto. Ahora toca desarmar a la oligarquía y el imperialismo sionista sanguinarios, de sus excusas y elementos para justificar de sus crímenes. Esto no implica arrear las banderas de justicia y dignidad, solo se trata de entender que son nuevos tiempos, que ahora se demuestra que la violencia y el odio es parte de la identidad del capitalista explotador y del criminal de guerra, que siempre buscó pretextos para imponer sus guerras terroristas. Ya no vale la excusa del anti comunismo, del anti terrorismo, de la anti democracia, de la privación de los derechos de las personas. Se les cayeron las mascaras ¿masacraran a todo el pueblo de Colombia, la oligarquía y sus amos sionistas yanquis? ¿Qué excusa usaran para impedir los movimientos cívicos de un pueblo unido imponiendo y exigiendo sus derechos colectivos? ¿Seguirán sosteniendo a los despreciables paramilitares de Álvaro Uribe y el Narcoterrorismo?
Siendo franco, este momento no es solo de la amada Colombia, es un despertar eterno de los pueblos del mundo para derribar esos muros de egoísmos y de represión, con los cuales se engañó y aterrorizó a las mayorías. Ya no queremos ricos, millonarios, potentados, elites, privilegiados o sectas gobernantes. Ahora queremos el derecho colectivo de los pueblos, donde todos vivamos bien, en respeto, en solidaridad y en apoyo a la naturaleza y a nuestros hermanos, sin clases sociales, y sin ambiciones desmedidas, donde sacrifiquemos a otro por nuestras avaricias. Esa es nuestra meta final.
*Abogado Bolivariano
javiermonagasmaita@yahoo.es javierdelvallemonagas@gmail.com
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