Javier Del
Valle Monagas Maita
Las siguientes
expresiones no son retoricas, no son cuentos ni mentiras. Son vivencias y
sentimientos sentidos en lo mas hondo del ser.
Antes de la
carnicería de 1989, ya la esperanza, la ilusión y los sueños de estabilidad,
libertad y realización en el pueblo venezolano habían desaparecido. Vivir el
día al día con la mirada posada en el vacio y una interrogante golpeando el
pensamiento diario era lo cotidiano: ¿A dónde llegaremos? Venezuela se diluía,
se evaporaba. La estabilidad sicológica o mental ya no existía. Un canibalismo peligroso empezó a galopar por
las calles del país. Después de aquel viernes negro de 1983. Los comercios,
abastos, bodegas y mercados, dejaron de ser abastecedores con márgenes de
ganancias decentes. De repente se
convirtieron en centros de especulación, robo y despojo. Se podía ver cuando
les descargaban las mercancías, pero luego las negaban con el famoso “NO HAY”,
para luego ser encontradas en vericuetos y ventanitas clandestinas, pero a
precios especulativos. La carne, la leche los huevos que pronunciados en los
labios de CAP, tenían una connotación de burla y engaño al pueblo.
Recuerdo mis
pensamientos cuando me decía: ¿Cómo saldremos de esto? Las respuestas, todas, eran catastróficas por
lo duro que debería ser la lucha por lograrlo.
No había ninguna alternativa
seria y fuerte de organización popular que pudiese dirigir una lucha por
cambiar ese magro destino que se avizoraba, o mejor dicho, que ya se había
posesionado en nuestra patria. Nos
negaron oportunidades de estudios, de trabajo, de superación, lo único que se
presentaba como alternativa era la droga. Nuestros barrios eran bombardeados. De
la noche a la mañana de unos sátrapas denominados jibaros, que le llegaban a
los jóvenes sin ocupación, les ofrecían la maldita alucinógena de gratis, al
principio, para luego venderla, luego de someter la voluntad y la independencia
personal de niños, jóvenes y uno que otro adulto.
No había canchas
deportivas en los barrios de caracas, la pelotica de goma, la chapita y la
pelotica de cartón de leche, era la única alternativa. Pero la policía era nuestro enemigo jurado y
atroz. Las redadas eran el pan nuestro década día. Los policías casco blancos de la
metropolitana, llegaban en bandadas y de pronto las chapitas, pelotas o
cartoncitos se quedaban en el suelo del barrio, pues los jóvenes eran llevados
presos sin razón alguna, algunos jóvenes
eran forzados a ir al ejercito (recluta), donde se convertían en servicios
personales de los militares altos rangos o para reprimir al pueblo con las
mismas armas de la patria. o Simplemente por jugar en la calle. Esa era nuestra
Venezuela anterior a aquel “POR AHORA”. Nuestros campesinos fueron bombardeados
por la propaganda de la ciudad y forzados sicológicamente a abandonar sus
campos. Mismos, que luego pasaron a
manos de ricos, generales, doctores que las engordaban para negocios futuros,
mientras el hombre del campo y sus hijos engrosaron los cinturones de miserias
en caracas, valencia, Maracaibo etc.
El vacio copó los
pensamientos de la juventud. Comités de jóvenes sin cupos, portones de empresas
saturados de jóvenes esperando un chance, el dorado era la amenaza para
aquellos que destacaban y argumentaban en contra de ese caos. La ley de vagos y maleantes era blandida y
usada. Con esa aberración se eliminaban
todos los procesos judiciales y la prisión gratuita en el futuro de los pobres
era garantizada por los políticos ladrones y corruptos que sostenían ese remolino de maldad que
descaradamente denominaban “democracia representativa”.
Algo si floreció en
esos días previos a 1998. El consumo de
aguardiente, de drogas y las hambrunas, al punto de que la comida para perros,
pasó a ser de humanos, debido a la precariedad. Después del “por ahora” otro
politiquero degenerado y muy maligno:
Rafael Caldera, asume las riendas del país, galopando sobre las expectativas de
aquella rebelión. Pero fue peor. La
pobreza aumentó, los robos y saqueos a la patria se acrecentaron a niveles
jamás alcanzados.
No se que seria hoy
de mi Venezuela, de no haber aparecido ese joven militar en el escenario. Yo creo que los planes del cerebro pensante y
ejecutante de nuestro caos nacional era el de hacer a Venezuela otra Colombia paupérrima. Lo cierto es que con Chaves el brillo en la
mirada del pueblo retornó, la ilusión y la esperanza retornaron al espíritu
popular. Fue tanta la fuerza de esa esperanza, que el mismo enemigo se
consideró impotente de detenerla, pese a todo el poder de toda índole a su
disposición.
Hoy tenemos un
compromiso con ese hombre que nos devolvió la patria. No de llorarlo, de lamentarlo o de añorarlo:
es el compromiso de ocupar nuestro espacio en la batalla por sostener y mejorar
lo que hemos conseguido y prepararnos a diario para los peores escenarios que
se nos puedan presentar. Pero debemos tener muy presente, que si dejamos que
esta esperanza se muera, será muy
difícil que otro Chávez nos la vuelva a traer.
Por lo tanto ahora debemos multiplicarnos en millones de Hugo Chávez,
dispersos por Venezuela y el mundo, pero con un objetivo común: libertad,
patria, paz, unión y verdadera democracia participativa y protagónica. Otra cosa es engaño.
¡VENCEREMOS!
*Abogado
con Patria
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