Ante una más de las matanzas que ocurren en mi país - 27 campesinos muertos y decapitados supuestamente por el grupo paramilitar denominado Zetas-, no me queda más remedio que rememorar las matanzas que el ejército nacional realizó en las últimas tres décadas del siglo XX, documentadas ampliamente.
La saña y la crueldad con que asesinaron a estos infelices son similares a las de aquella época. Incluso hoy, que salen a luz más piezas sobre la matanza se establece que ese grupo está formado por ex militares de los mal recordados kaibiles[1]. Famosos por su crueldad e inhumanidad. Verdaderas máquinas de matar. sin embargo, nadie ha establecido aún si existen militares en activo dentro de ese grupo de psicópatas, lo cual corroboraría que las fuerzas armadas de mi país en vez de estar resguardando las fronteras de la patria y por ende, a sus ciudadanos, estarían nuevamente asesinando a la gente y dentro de ésta, a los más pobres, vulnerables e inocentes con el único fin de sembrar terror y desestabilización por cuestiones de narcotráfico o bajo ese pretexto.
Ese elemento cuestionaría seriamente a la institución armada que tendría que explicar ampliamente a la sociedad cómo es que algunos de sus elementos están involucrados en matanzas contra civiles desarmados como otrora y en el negocio del narcotráfico.
Si bien la matanza no es la primera ni la última, me temo, muchos opinantes se apresuran a vociferar a voz en cuello que es lo peor, que somos un estado fallido y hasta en una loca y desorientada propuesta expresada en el medio escrito de mayor circulación de Guatemala, que habría que llamar a las fuerzas de las Naciones Unidas y, no estaría lejos, a las fuerzas militares gringas para que vengan a protegernos. ¿De quién? ¿De nuestras propias fuerzas armadas? ¿Para que están éstas entonces? ¿Qué razón tienen de su existencia entonces?
Creo que el Estado fallido hay que matizarlo, explicar para quien es fallido y para quien no. Para quien funciona y para quien no.
Para la gran mayoría de la población el Estado ha resultado fallido, pero esto no es ni de ahora ni para todos. Es fallido en cuestión temporal desde hace 57 años -para establecer un espacio de tiempo congruente con el derrocamiento del segundo gobierno revolucionario pero para muchos otros, desde hace más de cinco siglos-. Es fallido para la mayoría de la población que no tiene seguridad, que no confía en sus “fuerzas del orden”, que sufre las injusticias de un aparato judicial e investigativo que favorece a los poderosos y a quienes pagan bien, que vive a merced de delincuentes y elementos de la seguridad ciudadana que se unen para atacar a los indefensos. Un Estado que no protege a los ciudadanos en igualdad de condiciones sino dedica todo su vigor y recursos –los cuales aportamos todos los ciudadanos siendo los pobres los que más aportan- para proteger los intereses, los bienes y la propiedad privada de los ricachones.
Así pues, el Estado funciona a las mil maravillas para los grandes empresarios y filibusteros que invierten su capital en actividades reñidas con la ley y el ambiente; para los finqueros y plantadores de caña de azúcar y palma africana que utilizan a las instituciones como la Procuraduría de los Derechos Humanos, los jueces, policía y ejército, para desalojar violenta y mortalmente a una comunidad que había habitado durante varios años en terrenos que fueron luego mal habidos por una familia ricachona, los Widman, emparentados con el ex presidente Oscar Berger, para poder sembrar sus cultivos de agroexportación que no solo no sirven para alimentar a la población sino solo para alimentar los autos y las fábricas de sus amos del Norte y acumular enormes fortunas ellos.
Esos ricachones que protegen sus “negocios” por medio de guardias blancas privadas que es el eufemismo empleado para no decir paramilitares y con fuerzas del orden pagadas con el erario público, sobornando jueces y oficiales del Estado, no les interesa si el pueblo pobre sufre violaciones elementales a sus derechos incluyendo a su vida. A ellos, lo que les interesa es vender sus productos y mercancías en el mercado exterior cuyas ganancias invierten muy poco en el país, acumular tierras y derrochar en lujos y vicios.
En conclusión, para ellos no existe el Estado Fallido tan cacareado por los medios de comunicación donde incluso opinan algunos intelectuales mal llamados de izquierda y progresistas.
Al contrario, es un estado muy a la medida de sus intereses. Un estado creado por ellos y para ellos. Un estado que les da protección y facilidades mientras le cierra la puerta de las oportunidades a la mayoría cuyos miembros en su desesperación tienen que realizar trabajos peligrosos, ilegales o emigrar a las grandes urbes donde engrosan los cinturones de miseria y bandas delincuenciales (pandillas) por carecer el país de una política de empleo propio del capitalismo. O, al Norte, con el consabido riesgo de perecer en el camino a manos de delincuentes comunes, bandas paramilitares o en el desierto. Y, si llegan, escondiéndose de las autoridades gringas por el delito de ser trabajadores ilegales. Esa es el vía crucis que padecen nuestros pueblos por no tener un Estado para sí sino un Estado fallido dominado por la oligarquía.
Por si esto fuera poco, con esta última matanza, no solo las familias tienen que soportar el dolor de ver desaparecidos a sus deudos de la noche a la mañana, ver como sus magros ingresos se vienen abajo por la perdida de los pilares fundamentales en la entrada familiar que representaban aquellos trabajadores sino, tener que soportar la estúpida propaganda de un candidato a la presidencia que aprovechando la tragedia señala, para sus beneficios electoreros, al gobierno de turno como el culpable de la masacre. Lo cual no es totalmente falso, pero utilizando de esa manera el dolor de las familias, con ello quiere ganar votos para sí de una forma mezquina.
Un ex militar que siendo jefe de una base militar en el arrasado Quiché en los años más cruentos de la guerra interna, ahora se quiere dar baños de pureza mostrándose indignado ante la matanza. Se da golpes en el pecho el fariseo. ¡Qué asco!
¿Ya se habrá olvidado de las que realizaban sus subalternos bajo sus órdenes? O, cree el señor que nosotros nos vamos a tragar el cuento de que estuvo de vacaciones en esa base de Quiché. ¡Al carajo!
Por la impunidad en que se han dejado los crímenes de aquellos años es porque ahora la sociedad se debate entre el crimen y la violencia cotidiana.
Sin justicia no puede haber sociedad plena y humana.
Mientras la mayoría no nos desembaracemos, sino al contrario, avalemos con nuestro voto a los otrora asesinos de los pobres, de las comunidades indígenas, seguiremos condenados a soportar sus tropelías. Mientras no nos desembaracemos de este Estado Fallido dominado por los oligarcas seguiremos sumándole ganancias a sus cuentas bancarias aquí y en el extranjero y aportando los muertos.
Mientras tanto ellos, yendo de vacaciones a Europa y de compras a Miami; tomando güisqui de cientos de dólares la botella en sus mansiones y haciendas mientras a sus indios les pagan menos del mínimo con lo cual estos y sus hijos languidecen de hambre, desnutrición y enfermedad en sus miserables ranchos.
Así las cosas solo falta que los diversos opinantes de derecha y los desorientados que nunca faltan, expresen: ¡Que viva el Estado Fallido! ¡Que viva el estado oligárquico!
Quizá detrás del discurso del Estado fallido esté la propuesta de que vengan a instalarse bases gringas a nuestro territorio. No sería raro, lacayos y anexionistas hay por montones.
Hay que tener mucho cuidado al opinar, máxime cuando no se tiene claro para quienes está en función el Estado, porque podemos apoyar iniciativas que solo beneficien al Imperio.
Carlos Maldonado
Economista y Profesor en Historia por la Universidad de San Carlos de Guatemala
Colectivo "La Gotera"
Guatemala, 20 de mayo de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario