jueves, 5 de abril de 2012

Revolucionarios sin revolución:Imaginarios políticos en Arabia Saudí

COSAS QUE NO SE DICEN POR LOS MEDIOS PRO IMPERIO Rosie Bshir Jadaliyya Tomado de Rebelión La contrarrevolución que dirige actualmente Arabia Saudí, feroz como lo ha sido en todo el mundo árabe, es quizás más implacable dentro de las fronteras del propio reino. Fuerzas de seguridad entrenadas y armadas por Estados Unidos han sido enviadas con más contundencia por todo el país para frustrar cualquier señal de posibles asambleas o protestas populares. Solo en el último año, al menos ocho ciudadanos saudíes han sido asesinados por participar en protestas públicas. A ello se suma la implacable brutalidad policial contra civiles desarmados que ha dejado a muchos hombres y mujeres heridos. Además, han detenido ilegalmente a centenares de personas en todo el país por apoyar los llamamientos a la reforma y a la protesta. Este tipo de violencia e intimidación no se ha dirigido únicamente contra quienes han intentado tomar la calle. A decenas de personas se les ha prohibido viajar, han sido puestas bajo arresto domiciliario, o se les ha prohibido escribir en la prensa saudí simplemente por criticar el statu quo. Otros se han visto obligados a firmar compromisos formales de que no participarán en actos que “desafíen las leyes y las normas del Estado”. Se han clausurado varios blogs y dos twiteros han sido detenidos y se enfrentan en la actualidad a la posibilidad de una sentencia de muerte. En resumen, decenas de ciudadanos han sido intimidados para que se callen. Los actos arriba mencionados solo dan cuenta de lo que se escarba en la superficie de las consecuencias que se viven por la campaña contrarrevolucionaria en el interior de Arabia Saudí. Se suma a esta cruda realidad el bloqueo informativo que el imperio mediático saudí ha conseguido imponer sobre los acontecimientos locales. Sus medios han conseguido secuestrar y recrear los acontecimientos desde Saná y Manama a Damasco y Muscat. Resulta, sin embargo, igualmente alarmante que los medios de comunicación controlados por Arabia Saudí hayan podido silenciar el flujo de información sobre los acontecimientos locales, tanto dentro como fuera del país. La mayoría de los sitios de Internet que contienen información crítica de la familia real saudí, así como aquellos que simplemente transmiten los llamamientos que desafían el status quo, están bloqueados. Así ocurre especialmente con las webs en lengua árabe y las del interior del país. Las leyes de los medios de comunicación se han vuelto más estrictas y la transmisión de información o de imágenes de las protestas saudíes conlleva una pena de prisión de hasta diez años y miles de dólares en multas. No es de extrañar pues que exista una importante desconexión informativa entre las personas que viven en Arabia Saudí y no sólo entre las que están en el extranjero. En cualquier momento, los residentes de la mayoría de las ciudades saudíes se quedan a oscuras respecto a lo que está sucediendo a pocos kilómetros de distancia, por no hablar de otras ciudades saudíes. Las leyes cada vez más estrictas y el bloqueo informativo contrastan, no obstante, con las pequeñas pero consistentes protestas por todo el reino. Cada semana, hombres y mujeres saudíes se concentran ante diversos ministerios del país para exigir las más simples reivindicaciones que incluyen el aumento de los salarios, la restitución del puesto de trabajo de forma permanente como se prometió, cobrar cuando corresponde y obtener los retrasos de tierras o de subsidios. A pesar de su regularidad, esas concentraciones —cuando la noticia de su aparición llega realmente a los medios de comunicación— se presentan como si fueran los funcionarios quienes abrieran sus puertas a los ciudadanos de a pie para resolver sus problemas. En el Ministerio del Interior en Riad, las protestas que exigen la liberación de los presos políticos —un acontecimiento semanal sólo hace unos pocos años— se han detenido en los últimos diez meses debido a la gran atención que han recibido. Hasta hace unas semanas, cuando el tema de los presos políticos resurgió una vez más, cualquier mención de los derechos de los presos se despachaba sumariamente como una reivindicación estrictamente chií, lo que en la jerga de los sectarios medios de comunicación saudíes significa que realmente no es un problema nacional que merezca atención. Los actos de protesta no se han limitado a ministerios del Gobierno. Los empleados de diferentes departamentos de grandes empresas como la Saudi Airlines y la Saudi Telecom Company (STC) han estado en huelga durante días, a veces semanas, por la corrupción generalizada, el deterioro de las condiciones de empleo y las prácticas discriminatorias en el lugar de trabajo. En varias ocasiones, estos empleados consiguieron bloquear momentáneamente una de las intersecciones de mayor actividad de Riad, la Calle Olaya frente a la Torre del Reino, antes de que la policía antidisturbios los dispersara rápidamente. A principios de marzo de 2012, tras las protestas estudiantiles más importantes que se llevaron a cabo en la Universidad Rey Saud, de Riad, más de cinco mil mujeres se concentraron en la Universidad Rey Jalid, de Abha. A diferencia de lo que afirmaron los medios de comunicación y los responsables oficiales, en su mayoría sectarios y despectivos en el tono, las estudiantes habían expresado su indignación por las corruptas medidas administrativas, por prácticas de género discriminatorias y por políticas cada vez más restrictivas. La seguridad del Campus permitió a la policía del Estado acceder a la Universidad para reprimir la protesta. Como resultado, una estudiante fue asesinada, otra sufrió un aborto involuntario y otras cuarenta resultaron heridas de gravedad. La historia fue rápidamente presentada por los medios de comunicación locales como una protesta estudiantil debido a que había basura en la Universidad. Las manifestantes habrían atacado a los empleados de la Universidad y en el proceso se hirieron entre ellas. Al igual que con otros incidentes en Arabia Saudí que requieren una investigación seria, se nombró una comisión para investigar el asunto mientras que a las “culpables” se les obligó a firmar compromisos y pedir disculpas por sus actos. A puerta cerrada, saudíes de todos los sectores se expresan con libertad sobre el régimen corrupto y sobre la ironía que supone su apoyo al derrocamiento del régimen de Bashar al-Asad cuando ha reprimido brutalmente a los manifestantes en el igualmente autoritario Bahréin. No es de extrañar, sin embargo, que la crítica y los actos de oposición a los al-Saud que han tenido más repercusión se hayan producido en Qatif y en sus alrededores, en la Provincia del Este. Esa protesta raramente se menciona en Arabia Saudí, y mucho menos se reconoce incluso por quienes en otras partes del país se podría decir que hacen causa común con ellos. En Qatif, el paisaje de la revuelta ha sido drásticamente alterado desde la última vez que lo visité en junio. En la intersección entre la Calle Riad y la Carretera Rey Abdulaziz, en Qatif, la Rotonda de la Revolución —el punto de partida de las casi semanales protestas de los viernes— ha sido demolida. Pero sus restos aún son visibles en el suelo. Su importancia como símbolo de la solidaridad y del desafío permanece grabado en la memoria de la gente. En el barrio de Ashuwaykah, al este de lo que era la Rotonda de la Revolución, la Carretera Rey Abdulaziz ha pasado a denominarse “Calle Revolución” [Shari’ al-Zawra] y es un lugar de manifestaciones semanales. Está lleno de fotografías de los siete jóvenes que fueron asesinados por las fuerzas de seguridad saudíes y de otros que recibieron disparos y han sobrevivido. Allí, cada rincón está cubierto de pintadas contra el régimen. La mayoría hacen referencia al príncipe de la corona, Nayif bin Abdulaziz, a sobrino, el gobernador de la Provincia del Este, Muhammad bin Fahd bin Abdulaziz, y a Hamad al-Jalifa, de Bahréin. Nayif y Muhammad bin Fahd son probablemente los príncipes más odiados en esa zona, si no en todo el país. Muhammad bin Fahd destaca por su corrupción endémica, por robar propiedad privada de ciudadanos locales y por llevarse beneficios de miles de millones apropiándose ilegalmente de terrenos públicos y revenderlos a inversionistas a precios exorbitantes. También se le conoce por haber participado en proyectos inmobiliarios ilegales en La Meca, entre otros sitios, y por haber favorecido a un puñado de familias suníes en la Provincia del Este a expensas de los demás. Nayif, por otra parte, es aún más temido por haber sido el arquitecto de la sangrienta represión de la rebelión chií de 1980. Aunque todo el régimen saudí, incluyendo el rey Abdullah, está implicado en esa histórica represión y en la actual contrarrevolución, a Nayif se le señala a menudo como el autor intelectual. En tanto que ministro de Interior, es igualmente responsable de la detención ilegal de presos políticos, algunos de los cuales han estado detenidos durante años sin cargos ni un juicio justo. Asimismo, está implicado en turbios negocios inmobiliarios, el más reciente, el relativo a su participación en la última parte de la Corniche Dammam, en la Provincia del Este. En los últimos meses, las protestas en la Provincia del Este se han concentrado en al-Awamiyah, en la parte antigua de Qatif, en Seihat y en Tarut. Los manifestantes proporcionan de manera sistemática información falsa en la red sobre el momento y el lugar de las concentraciones y se mueven de un lado a otro con frecuencia para despistar a la policía. La fuerte presencia de efectivos de seguridad en Qatif los viernes contrasta con su casi ausencia durante los demás días de la semana, con la excepción de circunstancias especiales como las que tuvieron lugar en al-Awamiyah el 22 de marzo de 2012. Ese tranquilo jueves era día de comercio como de costumbre y no había vehículos a la vista. Sin embargo, ya se sabe que los informantes civiles [mujabirin] hacen el trabajo sucio a la policía. Muhammad Salih al-Zanadi, un joven militante que es también uno de los 23 organizadores de las protestas buscados, se paseaba casualmente por la calle principal de la ciudad. Se le veía feliz y lleno de vida. Horas más tarde se anunció que las fuerzas de seguridad le habían disparado cuando se cortaba el pelo en una barbería de la calle. Muhammad consiguió escapar con tres disparos pero fue detenido horas más tarde por las fuerzas de seguridad interna. La [presencia de la] seguridad fue contundente durante todo el fin de semana y se oyeron disparos de vez en cuando para ahuyentar a los manifestantes potenciales. Aunque los qatifíes no pudieron salir a la calle masivamente esa semana, han convocado una gran movilización para el viernes, 6 de abril de 2012. Al liderazgo político y religioso tradicional de Qatif se le plantea un dilema sobre cómo seguir adelante después de que se ha derramado en la región sangre inocente. Todos ellos se oponen a que el régimen utilice violencia y tácticas de intimidación represoras. Algunos, sin embargo, no alcanzan a ver los beneficios de las continuas manifestaciones populares, especialmente las que exigen la caída y muerte de los al-Saud. El sheij Hassan al-Saffar, uno de los más respetados líderes religiosos y políticos de la región, no se pronunció en contra de la violencia policial hasta mediados de febrero de 2012, después de que las fuerzas de seguridad dispararan contra varios jóvenes qatifíes. Condenó al régimen por recurrir a la fuerza y por no poner en marcha una investigación seria sobre los asesinatos. Como destacada figura de la oposición, el sheij al-Saffar lideró la rebelión chií de 1980 en Qatif y más tarde desde su exilio en Damasco. Él y la restante oposición chií en el exilio regresaron a su país en la década de 1990 después de que el entonces rey Fahd prometiera aliviar las restricciones a los chiíes de Arabia Saudí. Desde entonces, ha operado dentro del sistema para mejorar la suerte de los qatifíes y garantizar más derechos para la comunidad chií. Ha sido durante décadas el aliado más fiable del régimen en la región. Sin embargo, se ha convertido en el objetivo constante de un desdeñoso y sectario ataque por parte de los medios de comunicación locales desde que se pronunciara públicamente en contra de la violencia del régimen. Para la mayoría de los qatifíes, incluso para quienes han criticado al sheij por trabajar con el régimen, él representaba la última esperanza de los chiíes en una solución pacífica. No todos los qatifíes que son críticos contra el régimen respaldan a los manifestantes o lo que consideran como tácticas de oposición excesivamente confrontadoras. Muchos residentes de la zona, al igual que otros ciudadanos árabes, prefieren una solución más pacífica a la crisis actual. Tienen el fantasma de la violencia del régimen en la década de 1980 aún fresco en sus mentes y temen por sus seres queridos y por su futuro. Que Nayif deba acceder al trono después del rey Abdullah, si es que sobrevive a la hemorragia cerebral que sufrió recientemente, no viene sino a sumarse a sus ansiedades. No obstante, la firme posición del régimen contra todos los llamamientos para el cambio no augura nada bueno para quienes pretenden trabajar dentro del sistema no importa cuán corrupto sea. A pesar de las lecciones de los levantamientos árabes, la familia gobernante insiste en presentarse como invencible y se niega a llevar a la justicia a los funcionarios que han cometido graves violaciones de derechos humanos en el último año. Hasta los ciudadanos de fuera de Qatif que durante el último medio año se han creído lo del seductor paquete de reformas del rey Abdullah se están dando cuenta de la futilidad de tales promesas vacías. Sin embargo, el régimen sabe que tiene motivos para sentirse invencible. Después de todo, la vida sigue con una normalidad espeluznante a sólo quince minutos de la revolucionaria Qatif. En Dammam y al-Jubar, las otras principales ciudades de la Provincia del Este, Qatif y su política parecen muy distantes. Al igual que otras acciones de protesta que, dada la represión saudí, constituyen hitos pero sirven, no obstante, de poco para obligar al régimen saudí a dar respuesta a cualquiera de las reivindicaciones de los ciudadanos saudíes. En todo caso, el régimen cuenta con las divisiones regionales, además de las diferencias religiosas, sectarias, ideológicas, de clase social y políticas para impedir que emerja cualquier forma de solidaridad nacional. Mientras los jóvenes saudíes que expresaban sus convicciones caían asesinados por disparos este mes en Abha y Qatif respectivamente, la familia gobernante apoyaba una primavera diferente en la capital: el Festival de la Primavera de Riad , la única que florecerá en el reino en un futuro previsible. Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/4896/political-imaginaries-in-saudi-arabia_revolutionar

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