miércoles, 29 de junio de 2011

Una revolución sobre cojines de pluma, entre tragos de comodidad y una barra de bar como tribuna

Javier Monagas Maita
Todos somos necesarios en una revolución. Eso nadie debe dudarlo, a excepción de aquellos que en vez de revolución solo busquen una reforma acomodaticia que garantice la sobrevivencia de lo existente con cambios circunstanciales favorecedores de intereses particulares: los de ellos.
Pero dirigir un proceso desde los bordes, al margen de las implicaciones e intimidades que permiten saber y conocer los peligros y las ventajas, es tarea fácil. Generalmente quien o quienes se ubican en esa posición resuelven todo de un solo trago o tal vez de un solo discurso solitario. En esa posición, todo es blanco o negro; por que la distancia del centro de los acontecimientos así lo hace ver. Esa es la razón de tanto tiempo perdido sin haber avanzado un ápice en la conquista de espacios para la revolución. Este tipo de personajes sin quererlo en algunos casos, e intencional en otros, hacen el trabajo a favor de la reacción burguesa o del orden establecido. Muchos de ellos ni siquiera tienen idea de lo que quieren o de lo que discursean. Solo basta darles una carguito o una ligera oportunidad de actuar, para verlos enredados en su propia telaraña mental, apertrechándose de poder, dinero, vanidad y contratos, para luego denigrar de su propio discurso del pasado, terminando en los brazos de lo que decían combatir. Ejemplos hay montones.
Un verdadero líder, responsable y estratégico, no se puede dejar llevar por circunstancias aparentes o por el que dirá la gente. Lógicamente que en su relación con las masas debe haber dejado claramente demostrado cuales son sus prioridades y sus objetivos; a partir de allí la relación pueblo - líder, o líder - pueblo, debe ser una unidad muy solida, donde la confianza mutua es obligatoria, de lo contrario el fracaso está garantizado. No es personalismo, ni adoración, ni pleitesía lo que priva, como pretenden hacerlo ver los enemigos comunes. Es la relación de confianza y respeto mutuo con fines específicos y claramente determinados, entre aliados de una causa común.
Perder el horizonte de la realidad política global, implica una debilidad muy grande ante un enemigo que no necesita cuidar apariencias. Ese enemigo solo necesita conocer los flancos débiles, la conveniencia del momento para dar el zarpazo. Venezuela en este momento, debido a la inmensa riqueza petrolera en su suelo, amén de otras, como el agua dulce, y otros minerales metálicos preciosos necesarios para las tecnologías del momento (Coltan, Uranio, Alúmina, Sílice, etc.) es objetivo militar apetecible para el imperio decadente sionista yanqui. No es invento, vean lo que pasa en Libia y la excusa tan absurda para agredirla. Ya van tres países de la OPEP, atacados y al menos neutralizados militarmente: Irak, Libia, Bahréin. Otros son atacados virtualmente y económicamente: Venezuela, Irán, Nigeria, políticamente neutralizados están Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y, México destrozado por la droga y las armas yanquis, que aunque no es de la OPEP, tiene petróleo. Por esto y por el pueblo, el compañero presidente debe actuar con pie de plomo, no por miedo, sino por cautela, ganado tiempo para preparar un mejor escenario de confrontación con el poderoso enemigo sionista yanqui, donde tengamos ventaja política, económica y estratégica. Lo contrario seria un suicidio. El acto del 5 de julio (nacimiento de la CELAC) es un paso en esa dirección.
Javiermonagasmaita@yahoo.es javierdelvallemonagas@gmail.com
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