Soy
hijo de un terruño, que pese a no haberme favorecido en mi trayecto de vida
con el cobijo de la protección de mi humanidad; con las atenciones necesarias (por
culpa de élites que hicieron del poder una forma de secuestro y, de la madre
patria, un rehén. Hasta lo pretendieron y siguen pretendiendo nulificar para
hacerlo mercancía negociable impidiendo tener igualdad de oportunidades de
todos sus hijos) Sin embargo lo llevo sembrado en los más íntimo y protegido de
mi corazón y alma. Siento el dolor, la alegría, las angustias, los pesares y
los amores de quienes me antecedieron como forjadores de patria. De quienes
heredé el sentido de pertenecía a pesar de la distorsión de sus herejes que se
la apropiaron a fuerza de traición y cobardía, entregándola a los pies del enemigo en el pasado y algunos
minoría, hasta hoy.
Reconozco
y admiro a mis hermanos del pasado, héroes de la lucha, valientes de la vida
que libraron batallas disparejas. Pero que pese a ello, construyeron patria y
posesión colectiva para un pueblo que se estableció en nación. Libertadores,
les llamamos. Padres gloriosos, les reconocemos. Fundadores ilustres, los
bautizamos. Guerreros, los reconocemos. Respeto, amor y consecuencia les
debemos.
En los días magros de estar anulados. Nunca
nos acosaron, nos intimaron, nos atosigaron, ni nos cayapearon (a excepción de
los días iniciales del siglo XX).
Éramos país rico con pueblo pobre. Nos castraron la voz y la voluntad. Nuestra
esencia era ajena, no nos representábamos. Nos representaban. Incluso hasta en
los juicios donde se apostaban nuestras
posesiones legitimas, éramos convidados de palo. Así con esa pena y ese pesar
transcurrieron los siglos y los acontecimientos. Nuestros hermanos que nos gobernaron por
voluntad foránea veían y hablaban por boca de extranjero. Sus intereses eran extranjeros. Sus ideales
extranjeros. La justicia para el extranjero, los beneficios para el extranjero.
La gloria para el extranjero. Nos vendieron la conseja de que éramos un pueblo
ignorante, flojo, borracho e incapaz.
Nuestros espacios limitados de poder por gracia del extranjero, eran
para los hijos de los llegados del extranjero. Campesino, indígena y pueblo.
Éramos instrumento de labranza y trabajo. Nada más. El patrón que a veces se
hacia llamar amo. Era de descendencia directa europea, norteamericano o de otra
latitud.
Siempre
hubo resistencia. Pero era anulada con sangre, dolor y secuestro. Esas muertes
nunca dolieron ni encontraban dolientes que las resintieran y compadecieran,
con la salvedad familiar. No eran combatientes. Eran calificados de bandoleros,
desadaptados, criminales y ladrones. No importaba que defendieran sus derechos,
sus tierras, sus posesiones legítimas o su honor. La justica era para el
extranjero, empresarial, patrón. Pueblo era sinónimo de nulidad.
La
convergencia de todas esas injusticias, los recuerdos de nuestra historia
gloriosa libertaria, nuestra mezcla sanguínea produjeron una simbiosis hermosa
que dio origen a una revolución nacida del parto de la mas terrible y ultima
masacre aquel 27, 28, etc. de febrero de 1989 y sub siguientes, que templó el
acero de la libertad.
Un
militar. Uno de las filas de las tropas que en el pasado eran usadas como
represores. Defensores de los intereses de los poderosos que habían secuestrado
a estas tierras. Se levantó en medio de la época mas oscura de nuestra
historia, época que ya daba por segura
la sepultura de una nación, de un estado, de una cultura, de un pueblo
oprimido.
Hugo
Chávez se convirtió en el ave fénix que representó al pueblo venezolano resurgiendo de
las cenizas de la historia enterrada y casi aniquilada. Gloriosamente revirtió el curso del destino y
forzó un amanecer primaveral de esperanza, amor y lucha. Hizo que la ilusión rebrotase y se alojase en
el alma corazón y mente de este pueblo. Sirvió de inspiración a otros pueblos
hermanos que sintieron los vientos de dignidad y casi al unísono, se levantan
para batallar por su futuro y por la victoria frente al enemigo, heredero de la
opresión de otros imperios decadentes.
Este
amanecer actual histórico, nos encuentra en la fajina colectiva popular por
ser libres, con una patria restablecida, con voz propia, con soberanía
innegociable y defendible en todo momento, con orgullo nacional efervescente, con coraje a
flor de piel y que nos impulsa a ser
prestos a la batalla por sostenernos y contribuir a sostener otros pueblos
independientes y victoriosos. Hoy por eso nos atacan, nos provocan, nos
mienten, nos acosan, nos calumnian, nos ofenden. Los demonios opresores,
asesinos y ladrones. Se convierten en huestes de agresores malignos. El enemigo es fuerte. Pero nuestra voluntad,
nuestra disposición y nuestra raza nos fortalecen y nos hacen seguros
vencedores. No hay, ni habrá imperio. Que se nos resista, ni nos doblegue más.
Así tenga todas las armas y sañas criminales del mundo. Somos superiores y
dispuestos a vencer por encima de lo que sea. Si quieren pongannos a prueba y
verán. No es jactancia. Es sencillamente una voluntad colectiva y popular.
*Abogado con Patria
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