Javier Del Valle Monagas Maita
Para el común de los mortales toda muerte es dolorosa. El ser
humano nace con una sensibilidad casi exquisita que lo entristece y conmueve
ante las tragedias que pueden afectar a otros seres humanos, animales e incluso
hasta vegetales.
¿En que momento, en que circunstancias, de que manera se pierden esos valores
naturales por algunos seres? Como yo no creo en casualidades, ni dioses, ni
religiones, entonces deduzco que es por que la perversidad se apodera de la
conciencia de esas personas y la degrada a solo ser malignos inconscientes
egoístas.
Sabemos que hay ciertas
circunstancias de la vida que pueden obligar a una persona a reaccionar y
actuar de forma diferente a lo normal en determinadas momentos. Pero también
sabemos que al cesar esa perturbación, la persona recapacita y reflexiona sobre
su error (Recuerden que hablo de personas normales) pero es el hecho que
durante la historia de la humanidad algo llamado vanidad, pude distorsionar el
sentido común y producir necesidades ficticias que son apreciadas como vitales
para algunos alterados. Es así que el ansia de poder, de acumulación de
riquezas y cosas materiales, mata el sentido común natural de algunas personas
y las convierten en monstruos malvados que hacen lo que sea por esos poderes
ficticios y riquezas banales. Que miran como determinantes de Éllos y, sus
macabras vidas.
Ante el surgimiento de esas desviaciones emocionales y
conductuales, es que la ley del más
fuerte impone la voluntad y el deseo de
quien cree que así puede lograr su felicidad particular. Entonces surgen las asociaciones de los
iguales pervertidos. Nacen las religiones, las mafias, los clanes, las sectas,
los partidos, las uniones, etc. Cada cual con sus normas particulares, pero que
pretenden aplicarlas al universo completo. Queda decretada la muerte de la
sensibilidad humana y el amor o aprecio al prójimo. Todo se vuelve interés,
beneficios y ventajas particulares. No
critico la organización en sí, si no los fines malvados de muchas.
Es indudable que la vida es algo maravilloso. Tan
maravilloso que es difícil pueda haber intervenido algún ser vivo (Al menos
como los que conocemos) en su concepción y
desarrollo. Como fiel no creyente
en religiones, dioses, muñecos de palos o milagros espontáneos, al margen de la
mente del ser humano, reconozco a la vida como una ingeniosa creación de la
naturaleza universal. Ese milagro
universal de la vida, no es posible sea solo en este planeta ni de la forma
única como la conocemos. Resulta imposible que tan noble acto, sea obra de un
dios y que ese dios diciéndose perfecto, tal como lo imponen las fabulas
llamadas libros sagrados de todas y cada una de las cientos o quizás más
religiones existentes, y que se auto califican monoteístas (Es decir existen
cientos o mas de dioses únicos, tamaña contradicción) que algunas de sus creaciones sean tan
imperfectas, malignas e ignorantes. Tan ignorantes que solo viven para hacer el
mal ajeno, para acumular cosas que después de cierto tiempo. Cuando el otro
milagro natural: la muerte, los
reduce a polvo y cenizas, que se hunden en las catacumbas del olvido infinito
no pueden poseer ni entender por no existir.
Pienso que nuestro propósito
de vida, va según sea nuestra conciencia o inconsciencia. Podría decirse que es
algo personalísimo, que se potencia en la medida que lo colectivizamos y
hacemos del “yo” muchos “nosotros” como fin. O al contrario, la
individualizamos tanto, que la hacemos algo insignificante. Es por esa razón que los grandes seres
humanos que marcaron la historia (la verdadera historia, no la de los intereses
o las de sectas interesadas en resaltar sus ídolos particulares; mismos, que al
ser desnudada su verdad, resultan ser anti historia) Hicieron obras y
creaciones para el beneficio del colectivo mundial, tanto en música, ciencia,
liberaciones, literatura, etc. Todo dirigido y concebido para el bienestar
colectivo, no grupal, empresarial o individual.
El milagro de la muerte viene
a poner un balance. Pero un balance en lo natural, no en las alteraciones de
vida que cometen los infelices egoístas que se creen felices por poseer muchas
cosas inútiles y sin sentido y que hasta asesinan para tener. Pero que en su
disociación sicológica asume como buenas. Por ejemplo no es milagrosa la muerte
generada a partir de odios, rencores, guerras egoístas y envidias de
territorios. Así las muertes de niños,
mujeres, hombres en Ucrania, Palestina, Irak, Colombia, México, Siria, etc,
etc, etc. No son muertes que premie o ame la natura. Son muertes forzadas. No
puede ni debe ser milagrosa la muerte de miles y miles de niños, cuyos
cuerpecitos inocentes aun tienen el sagrado olor al útero maternal. O de pobres, cuyas pieles generan tiempo
después de ser masacrados, el fresco y
dignificante aroma a sudor de trabajo en el campo, fábrica o construcción. No
es que esos seres sean despreciados por la existencia en su muerte en si. No, es que los que producen esas muertes, son
cosas anti natura. Entonces, de por si,
ellos son su propio castigo en algún momento, en algún lugar, de alguna forma
esas cosas con forma humana, han de pagar su maldad. La natura no deja nada
impune. Insisto: la natura, no dioses ni religiones. Pero los seres humanos
debemos hacer justicia.
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