Javier del valle Monagas Maita
Marea sin rumbo |
Algunas
veces son confundidos con prepotencia, soberbia o terquedad. En ocasiones de
forma malintencionada. Otras de manera
alegre, sin llegar a entender su esencia. Los principios son la primera virtud
humana que es atacada cuando se quiere imponer algo irregular, creen necesario
romperlos para dar fuerza a la corrupción. Los principios no son algo que
dependa del nivel educativo individual o de clase social. Su deformación, simplemente
es una violación de la esencia original humana. Su única guía es la conciencia.
El instinto de superación, no tiene nada que ver con las apetencias
de riquezas desmedidas, o con los alocados deseos de obtención de grandes masas
de cosas a las que previamente y por conveniencia hemos dado la facultad de ser
valiosas. Una: la superación. Es un estado natural evolutivo humano que
nos impulsa a mejorar nuestro entorno y nuestras realidades, pero con fines de
utilidad colectiva, no de satisfacción de egos enfermizos. La otra: la
apetencia desmedida. Es el origen de todos los conflictos y males humanos, es consecuencia de los desvaríos egoístas de las enfermedades mentales ocasionadas por
unos deseos incontrolables de tener todo
para nosotros y usar esa abundancia para dañar y despreciar a los demás.
Los principios revolucionarios nos
impiden utilizar las plataformas de poder para adquirir poder económico y
político, en detrimento del derecho colectivo y de la obligación moral de ser
ejemplo de pulcritud. Si por ser administradores, responsables de funciones
económicas, políticas o administrativas nos sentimos con el derecho se
apertrecharnos de ingentes cantidades de dinero, autos últimos modelos, colegueras
de comparsas para el derroche e, ineficiencia
en la función. Eso implica que carecemos de valores revolucionarios, de
principios y de éticas sanas. No es
valido ni lógico, que por cumplir una función de alta envergadura, debemos
reunirnos y conformar francachelas en sitios lujosos, derrochando los fondos en
vicios de toda índole, adquiriendo ropajes y modas reñidas con la ética y los
principios revolucionarios. Asumiendo conductas acomplejadas que creemos nos
elevan por encima de los demás y hasta los vemos con aires de superioridad.
Un titulo universitario, medio o normal, no es el motivo por el
cual se asuman posiciones y conductas que nos hagan creer merecedores de
privilegios absurdos y a veces hasta grotescos. Recordemos: vanidad no es
necesidad. La arrogancia es ese vicio
maligno que nos hace creer merecedores de todos los privilegios y por lo
tanto no se escatima en auto
alimentación del ego, para conducirnos con prepotencia, sintiéndonos superiores
y vejando a los demás, hasta creyendo torpemente que les hacemos un favor al
vejarlos.
Marea a la deriva |
Conozco de muchos teóricos
revolucionarios y de profesionales engañadores, cuyo mensaje y verbo en el momento de la búsqueda de un cargo o
posición, es de lo más realista, humilde y con sentido común que se
escucha. Pero apenas asumen
responsabilidades; su conducta es contraria a la predica y la apariencia, el
complejo de superioridad muy bien oculto, les brotan de forma violenta. Así empiezan unas faenas de derroche y cambio
de personalidad, que van desde re
decoración de oficinas, adquisición de autos, nuevos y de lujo, contrato de
choferes, secretarias, guardaespaldas, creación de u neo circulo social y de
amistad sustentado en el gasto vilipendioso.
Pierden la esencia de cual debería ser su labor y se convierten en
negación del deber ser.
Alguien dijo una vez: “si quieres conocer la verdadera personalidad
de una persona, dale poder”. Al parecer tenía razón en alto porcentaje.
Ser politólogo, abogado, médico, ingeniero, etc. no implica que nuestro estándar de vida sea
oda al derroche y a la vanidad, mas aun cuando nos presumimos de revolucionarios. Son esas mentalidades distorsionadas y retorcidas, las que conforman las
burocracias y solo sirven de estorbo para el desarrollo de los procesos
humanistas. Tristemente de esos males estamos
muy cundidos dentro de la revoluciona bolivariana, y son los mismos que
siempre creen tener la razón y dividen, sin importar favorecer al real enemigo.
Ellos, conforman sus corrientes o mareas. Usan sus medios revolucionaritos,
convertidos en pequeñas esferas de poder insignificantes, desde donde tratan de
proyectarse. Si no son el centro de las
cosas. Esas cosas no están bien. Sus actitudes contradictorias, adosadas por
los vaivenes de la inseguridad ideológica y las apetencias grupales y
personales, les hacen ser como plumas en medio de ventoleras. Sin rumbo
definido ni definiciones precisas, haciéndose presas fáciles del enemigo de las
revoluciones y a los que sirven sin darse cuenta. Ojala y un soplo de brisa
grata, les devuelva la sindéresis y la recuperación del sur de batalla.
*Abogado con Patria
http://planetaenpeligro.blogspot.com/2014/10/los-principios-esos-valores-que-sirven.html
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